jueves, 24 de noviembre de 2011

"Se fue a por una estrella que le pedí para jugar"

Hace justamente un año que mi mundo se rompió. A las 15:00 de un veinticuatro de noviembre de 2010 todo se descolocó, sumándome en la vorágine de una cruda realidad. Tú, uno de mis mayores apoyos en esta vida, te fuiste así de repente, como un rayo de luz, dejándome a mí sin respiración y con miles de preguntas en la mano. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? Y la más importante ¿Por qué?

Era un día gris, lluvioso, el frío se metía en los huesos para congelarte al instante. Parecía que el cielo sabía lo que pasaría horas después. Pero yo estuve allí. Parecía que te querías despedir de mí. Y así lo hiciste. Porque bastaron solo 15 días para que la vida te arrebatara egoístamente de mi lado. Se apagó tu voz y de repente todo me vino grande. Todo cambió. De repente, sobraban rincones y faltaban sonidos. Y así, la nada me llenó por completo.

Porque todo es más pequeño si tú no estás conmigo. Que el frío es más frío y la oscuridad más oscura. Que un trocito de mí se apagó ese maldito veinticuatro. La elegancia, su actitud. El cariño, su virtud. No había nadie que no le cogiese cariño. Era como esas personas que poseen magia por sí solas. Amable y educado como ninguno. Inteligente, aún más si cabe, que aprendió a leer y escribir él solito. Querer, quería a todo el mundo, amor repartía por todos lados. Su niña consentida fui siempre. Y cómo me gustaba serlo.

Y es que sin ti, me faltan muchas cosas. Muchas. Nadie me llama “Rosarito”, ni me cuenta interminables historias de la guerra. Nadie me acompaña para no estar sola. Nadie me abraza con tanta fuerza. Nadie huele ya como  tú. Nadie apoya en mi silla ningún bastón. Nadie me sonríe como tú. Nadie. Nadie. Y me hiciste una promesa, y sé que la estás cumpliendo. Me dijiste que siempre me cuidarías. No me dejes sola, sabes que no lo soportaría.

Tenías un corazón que no te cabía en el pecho. El mismo corazón que se te paró el día veinticuatro. Pero que todavía late muy dentro de mí.  Y pasaron los días, y los meses, pero todos los veinticuatros tienen sabor amargo desde entonces.





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