Una tarde de estudio en el césped de la facultad con amigas. Risas acompañadas de confesiones. Paseos por el centro imaginando nuestro próximo viaje a Irlanda. Conversaciones que te provocan la carcajada con tus hermanos. Planes con tus padres. Absurdeces varias que se te ocurren y que te hacen sonreír sola en el metro para cruzarte sin quererlo, con esos ojos que ves solo los lunes y miércoles. Y plaf. El Día Uno no pudo acabar mejor. Ahora, a por el segundo. Ni siquiera me importa que sea martes y trece, un día exacto al que me hizo abrir los ojos. Ni siquiera eso me importa ya.
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